Seré Millones: Rodando un encuentro

“La gente no va a laburar porque
le pongan una pistola en la cabeza,
todo el mundo piensa
que es lo único que se puede hacer.
Bueno, nosotros descubrimos
que se podían hacer otras cosas”
Pedro Cazes Camarero
Bioquímico y militante del PRT-ERP

Volverá,
volverá y será millones
de la novela “Espartaco” de Howard Fast

 

1. LOS HECHOS

La noche del 29 de enero de 1972, durante la dictadura del General Alejandro Agustín Lanusse, seis hombres del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo) ocuparon el Banco Nacional de Desarrollo, a ciento cincuenta metros de la Casa de Gobierno, expropiando la suma de 450 millones de pesos, veinte kilos de oro y la totalidad de las armas de que disponía la guardia de seguridad. El monto total recuperado, actualizado a la fecha de hoy, corresponde a la cifra de 10 millones de dólares estadounidenses.

Durante dos años, Oscar Serrano y Ángel Abus –que trabajaban en la seguridad del banco-, acompañados de una célula especial del ERP, prepararon meticulosamente la operación. A  partir de su participación en esta acción, sus vidas y las de sus familias dieron un giro radical. Tuvieron que emigrar a Cuba, donde Oscar vive hasta la actualidad.

Hoy, luego de 41 años, estos dos sobrevivientes nos contaron los detalles de esta historia. Pero no es la primera vez que la cuentan frente a una cámara. Los protagonistas ya la narraron días después de los hechos, para el corto conocido como “Informe BANADE (1972)” realizado por Raymundo Gleyzer (cineasta desaparecido durante la última dictadura militar) y algunos compañeros que luego formaron parte de Cine de la Base.

 

2. ¿POR QUÉ HACER ESTA PELÍCULA?

Esta propuesta se empezó a gestar durante el rodaje de “Gaviotas Blindadas”, largometraje en tres partes que da cuenta de la historia del PRT-ERP. Durante los seis años que duró el proyecto, entrevistamos a ciento treinta militantes y obtuvimos decenas de horas de archivos y material gráfico, muchos de los cuales fueron donados por los mismos militantes, que confiaron en nuestro criterio para llevar adelante esta investigación.

Cada entrevista era una gran historia en sí misma, muchos contaban por primera vez algunos acontecimientos que los tuvieron como protagonistas. Algunas eran trágicas, otras heroicas, incluso algunas graciosas. Hombres y mujeres que creían en un proyecto en común y que fueron capaces, en la mayoría de los casos, de subvertir un orden capitalista encarando acciones que la lógica mediática actual calificaría como delincuencia, en el mejor de los casos.

Una de estas historias, la de Oscar y Ángel, siempre nos llamó particularmente la atención. Tal vez porque sus protagonistas eran trabajadores de clase media baja, encaminados en un proyecto de vida que aparentemente no se salía de lo habitual de su clase. Uno, trabajador de doble turno, fanático del futbol y de los juegos de azar. El otro, criado en un reformatorio, que consiguió insertarse de joven en el mundo del trabajo. Eran eso, “gente de trabajo”, “laburantes” que nada tenían que ver con el “hampa” o el mundo de la delincuencia con el que quisieron asociarlos una vez conocidos los hechos que protagonizaron.

¿Qué fue exactamente entonces lo que nos llamó la atención de estos dos hombres aparentemente comunes? Hay un momento en sus historias, en que Oscar y Ángel se reconocen como hombres capaces de formar parte de un colectivo capaz de torcer la historia a favor de los explotados. Deciden entonces poner en juego sus vidas para construir una sociedad con otros valores. Es el momento en el que pierden el temor a las leyes represivas, que en el capitalismo prioriza el bien superior de este sistema: la propiedad, y en este caso, su fetiche más deseado, el dinero.

Otro factor que nos interesa resaltar de esta historia es que en general, cuando se aborda este período (los años setenta y en particular el accionar de las organizaciones guerrilleras) hay una reflexión desde la derrota y desde la moralidad, que fomenta los aspectos negativos del fenómeno guerrillero. En este sentido, contar una historia “limpia” o con final “feliz” nos permite generar una identificación del público con estos héroes anónimos que fueron actores de una causa colectiva. Y que además sobrevivieron a un proceso represivo, sin claudicar en sus convicciones.

Esta operación demuestra también que no es la única opción de un explotado levantarse cada mañana e ir a su trabajo a marcar tarjeta. Su “trabajo” es el campo donde su cuerpo es una posesión de la clase que lo convierte en un explotado. Esta especie de guerra privada, que fue toda la preparación de la acción, donde dos simples trabajadores se convierten en “espías” de una organización revolucionaria en el centro del poder financiero de una dictadura de capital, nos parece el mejor ejemplo para traer a la actualidad el debate en torno a la “legalidad” de los sistemas de explotación.

Hoy, “esta legalidad”, está naturalizada por la lectura que se hace de esos hechos, desde los medios empresariales que apoyaron estas dictaduras y no cesaron de crecer y acumular poder desde entonces.

En ese sentido, ya la organización a la que pertenecían los protagonistas tenía una estrategia de ruptura del cerco mediático. Aunque no firmaba todavía como tal en ese año (1972) el grupo de Cine de la Base (compuesto por Raymundo Gleyzer, Jorge Denti, Álvaro Mellián y Nerio Barberis, entre otros) planteó en su momento los objetivos y la justificación de la acción en el “informe BANADE”. Su difusión, sobre todo en la época, fue ínfima en relación al tratamiento mediático en noticieros y diarios de los hechos, de ahí nuestro interés de confrontar a los actores populares de los acontecimientos utilizando ambos materiales (noticieros reaccionarios e informe de Cine de la Base) en igualdad de condiciones, como no pudo ser en 1972.

 

3. ¿Y CÓMO CONTAMOS ESTA HISTORIA?

En primer lugar, seguimos un criterio político, en la necesidad de que esta historia pueda llegar a la mayor cantidad de público, lograr otras ventanas de exhibición, tanto dentro del país como en el mundo, que rompa el cerco del público militante, fiel a nuestras producciones y que sabe de antemano qué vendrán a ver.

El propósito de esta apertura es en sí una propuesta ideológica, una búsqueda para que la forma de mirar el mundo de los personajes de la historia se cuele en las conciencias y los corazones de los que están muy lejos de pensar de esta manera.

Este riesgo desde el contenido político de la película no podía estar divorciado de lo formal.  Es por esto que desde las primeras conversaciones para la realización, consideramos una necesidad de incorporar la ficción por primera vez, sin abandonar el registro documental. La historia demandaba para nosotros la creación de ciertos momentos de artificio que contrariamente a separarse del documental lo potenciaran. Producto de ello, tuvimos como gran desafío no sólo la necesidad de incorporar actores, sino en un doble juego de espejos, motivarlos a que además de actuar pusieran en cuestión y en crisis para interpretar sus papeles sus propias convicciones y su forma de ver el mundo. Si lo logramos o no, ellos mismos lo dirán.

Por último, sentimos una necesidad como realizadores de probarnos en otro esquema de producción, mucho más exigente y más cuidado, con mayores riegos para equivocarnos pero también para crecer narrativamente. Esta película es producto también de otra lucha, la que nos atraviesa como documentalistas y que dimos a través de DOCA/ Documentalistas Argentinos para arrancarle fondos al Estado y poder producir documentales de bajo presupuesto.

Por tanto, esta película lleva en sí tanto en su génesis como en todo su proceso de construcción, la historia de muchos combates, algunos inmensos y heroicos que forma parte ya de la memoria del pueblo y otros pequeños y más cotidianos que nos comprometen con el público y con el colectivo de realizadores que permitió su creación.

En este momento, SERÉ MILLONES está finalizada, recorriendo algunos festivales y a la espera de confirmar la fecha de estreno. 

Colectivo de realización
Omar Neri, Fernando Krichmar y Mónica Simoncini

Producción
Alejandra Guzzo